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4 nov 2009

Asesiné a la oveja (y ahora tengo frío)

No quiero que me acusen de faunicidio ni mucho menos. Pero es que no tenía otra alternativa. La oveja venía creciendo a pasos agigantados y estaba comenzando a tornarse inaguantable. Encima, el calor… Todo conspiraba contra su existencia. Así que no me quedó alternativa. El jueves pasado, retornando de mi viaje semana a Capital Federal, tomé la decisión. Pero como no me considero un asesino, tuve que encargarle a otro la tarea de exterminación ovina.

Hoy un poco la extraño. Quizás sea el casi frío que hace en La Plata. La pobre venía creciendo sin condicionamientos desde hacía más de 8 meses. Estábamos todo el día sin separarnos: dormíamos juntos, nos bañábamos al mismo tiempo, venía conmigo a contemplar en silencio cómo escribía cosas para publicar acá (y me reprochaba que sólo ponga el 10% de lo que escribía). Pero había comenzado a pesarme su presencia. La sombra que proyectábamos estando juntos no era del tipo de sombras que me gustan, el calor que se había presentado como para quedarse hacía que fuera dificultándose la relación. Y sobre todo las noches. No podía dormir por su culpa. Me dirán que no es ella la culpable, sino que son años de construcción cultural lo que lo provocaba. Pero estaba toda la noche de acá para allá culpa de algún insomne que no paraba de contarla. ¡Y eso influía en mí! ¡En mi descanso!

Espero sepa comprenderlo. No tenía alternativas…

… tuve que ir al peluquero y pelarme!

1 comentario:

Soledad Ezcurra dijo...

corrección, esquilarte.